Escojo como punto de partida la idea de que todos tenemos una forma de ser, a pesar de haber llegado a
esta vida con la posibilidad de ser de múltiples maneras. Esta forma de ser se construye desde niños, aprendiendo consciente e inconscientemente de padres,
hermanos, profesores y de todos aquellos que consideramos modelos a seguir.
También influyeron el país, barrio, colegio y los discursos históricos implícitos de la época que nos tocó vivir, entre muchos otros factores.
Cada vez que aprendimos a ser de una determinada manera, nos
identificamos con ella, nos olvidamos que al elegir una
característica despreciamos otras, motivados por la búsqueda del amor, la aprobación y la necesidad de sentir que pertenecemos a una tribu .
Al no elegir de manera consciente, llegamos a pensar que “éramos
así” y que no había forma de ser de una manera distinta. Así se construye la larga y descriptiva lista que acompaña al yo soy.
He entendido de biólogos como Humberto Maturana y Francisco Varela, así como de postulados de varios filósofos modernos, que el ser humano tiene la capacidad de "crearse" a sí mismo y modificar su ser, o mejor dicho, el ser que está siendo. El coaching ontológico sostenido en estas premisas, busca que
las personas se den cuenta de que la forma de ser que sostienen, es aprendida y por lo tanto pueden cambiarla.
Para explicarme mejor daré un ejemplo personal. Desde pequeña
aprendí que era un valor ser fuerte. Tuve
muchas señales de mis padres y entorno que confirmaron esta creencia, así que me esforcé por años en
convertirme en una mujer muy fuerte. Para lograrlo aprendí a esconder mi
vulnerabilidad y rechacé pedir ayuda, intenté
no sentir algunas emociones que juzgaba me hacían parecer más débil y me negué a
escuchar los mensajes de mi cuerpo y de mi alma, que gritaban por atención y cuidados. En síntesis, llegué a
identificarme tanto con esta forma de ser, que asumí como costos necesarios el cansancio y la soledad, pues yo era así. Necesité cambiar esta creencia y conectarme con mi
vulnerabilidad (que había negado) para cultivar relaciones más profundas y nutritivas, desarrollar mi vocación de
servicio y atender a mi cuerpo que había comenzado a enfermarse para reclamar mi atención.
Un proceso de coaching ayuda a mirar y revisar las creencias que están a la base de nuestro comportamiento, para desarrollar otras formas ser que
posibiliten una vida más plena.
Desde el modelo que aprendí, entiendo que cada forma de ser tiene tres dominios claves: una corporalidad que está en
coherencia con un mundo emocional y lingüístico, a esto le llamamos observador. Su observador le permite a las personas
hacer lo habitualmente hacen, y se “complica” cuando tiene que hacer cosas
distintas, por lo tanto, en un proceso de coaching ontológico, se desarrolla el cuerpo que la persona necesita, se revisan sus creencias y distintos aspectos del dominio lingüístico y se amplía su repertorio
emocional, todo para lograr una nueva coherencia que le permita hacer lo que necesita aumentando las posibilidades de acción y poder personal que le permitía el observador que había sido hasta entonces.
El Coaching Ontológico utiliza conversaciones y experiencias
de aprendizaje, tanto individuales como grupales, para visitar los nuevos territorios de aprendizajes. Los procesos de coaching se realizan en una relación horizontal, donde el coach pone al servicio de quién lo consulta todas sus distinciones y su mirada, en un contexto cuidado y desafiante que es propicio para aprender nuevas formas de habitar el mundo.
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