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"En este Blog muestro mis reflexiones acerca de los procesos de aprendizaje"

viernes, 8 de junio de 2018

La diferencia entre querer y amar explicada por El Principito

"Te amo” – dijo el principito…
-”Yo también te quiero” – dijo la rosa.
-”No es lo mismo” – respondió él…
“Querer es tomar posesión de algo, de alguien. Es buscar en los demás eso que llena las expectativas personales de afecto, de compañía…
Querer es hacer nuestro lo que no nos pertenece, es adueñarnos o desear algo para completarnos, porque en algún punto nos reconocemos carentes.
Querer es esperar, es apegarse a las cosas y a las personas desde nuestras necesidades. Entonces, cuando no tenemos reciprocidad hay sufrimiento. Cuando el “bien” querido no nos corresponde, nos sentimos frustrados y decepcionados.
Si quiero a alguien, tengo expectativas, espero algo. Si la otra persona no me da lo que espero, sufro. El problema es que hay una mayor probabilidad de que la otra persona tenga otras motivaciones, pues todos somos muy diferentes. Cada ser humano es un universo.
Amar es desear lo mejor para el otro, aun cuando tenga motivaciones muy distintas.
Amar es permitir que seas feliz, aun cuando tu camino sea diferente al mío. Es un sentimiento desinteresado que nace en un donarse, es darse por completo desde el corazón. Por esto, el amor nunca será causa de sufrimiento.
Cuando una persona dice que ha sufrido por amor, en realidad ha sufrido por querer, no por amar. Se sufre por apegos. Si realmente se ama, no puede sufrir, pues nada ha esperado del otro.
Cuando amamos nos entregamos sin pedir nada a cambio, por el simple y puro placer de dar.
Pero es cierto también que esta entrega, este darse, desinteresado, solo se da en el conocimiento. Solo podemos amar lo que conocemos, porque amar implica tirarse al vacío, confiar la vida y el alma. Y el alma no se indemniza.
Y conocerse es justamente saber de vos, de tus alegrías, de tu paz, pero también de tus enojos, de tus luchas, de tu error. Porque el amor trasciende el enojo, la lucha, el error y no es solo para momentos de alegría.
Amar es la confianza plena de que pase lo que pase vas a estar, no porque me debas nada, no con posesión egoísta, sino estar, en silenciosa compañía.
Amar es saber que no te cambia el tiempo, ni las tempestades, ni mis inviernos.
Amar es darte un lugar en mi corazón para que te quedes como padre, madre, hermano, hijo, amigo y saber que en el tuyo hay un lugar para mí.
Dar amor no agota el amor, por el contrario, lo aumenta. La manera de devolver tanto amor, es abrir el corazón y dejarse amar.”
-”Ya entendí” – dijo la rosa.
-” No lo entiendas, vívelo” – agregó el principito.
“El principito”, escrita por Antoine de Saint-Exupéry

miércoles, 23 de marzo de 2016

Aprendiendo del Otoño



Siempre me ha parecido espectacular la caída de una hoja.
Ahora, sin embargo, me doy cuenta que ninguna hoja “se cae” sino que
llegado el otoño, inicia la danza del soltarse.
Cada hoja que se suelta es una invitación a nuestra predisposición al
desprendimiento.
Las hojas no caen, se desprenden en un gesto supremo de generosidad y
de sabiduría: la hoja que no se aferra a la rama y se lanza al vacío, sabe del latido profundo de una vida que está siempre en movimiento y en actitud de renovación.
La hoja que se suelta comprende y acepta que el espacio vacío dejado por ella, es la matriz generosa que albergará el brote de una nueva hoja.
La coreografía de las hojas soltándose y abandonándose,traza un bucle de libertad y supone una constante y contundente demostración de confianza para todos y cada uno de los árboles humanos que somos nosotros.
Cada hoja al aire me está susurrando al oído del alma ¡suéltate!, ¡entrégate!, ¡abandónate! y ¡confía!
Cada hoja que se desata, queda unida invisible y sutilmente a su propia entrega y libertad. Con este gesto la hoja realiza su generoso movimiento de creatividad ya que con él está gestando el vacío para una próxima primavera.
Reconozco y confieso públicamente,que soy un árbol al que le cuesta soltar muchas de sus hojas.
Tengo miedo ante la incertidumbre del nuevo brote.
Me siento tan cómodo y seguro con estas hojas predecibles, con estos hábitos perennes, con estas conductas fijadas, con estos pensamientos arraigados, con este entorno ya conocido…
Quiero, en este tiempo, sumarme a esa sabiduría, generosidad y belleza de las hojas que “se dejan caer”.
Quiero lanzarme a este abismo otoñal que me sumerge en un auténtico espacio de fe, confianza y esplendor.
Sé que cuando soy yo quien decide soltarse, desde su propia consciencia y
libertad, el desprenderse de la rama es mucho menos doloroso y más hermoso.
Sólo las hojas que se resisten, que niegan lo obvio, tendrán que ser arrancadas por un viento más agresivo e impetuoso y caerán al suelo por el peso de su propio dolor.

Extracto del libro “La Sabiduría de Vivir”.


domingo, 8 de marzo de 2015

En el día de la Mujer...El Cuerpo Femenino




Cuando el cuerpo de las mujeres era el equivalente del cuerpo de la Diosa, la mujer era el recipiente del milagro de la vida. Durante la edad media, y especialmente durante la revolución industrial se produjo la deidificación de la máquina, y desde ahí tanto el cuerpo físico de los hombres como el de las mujeres, y el de la Madre Tierra, han sido maltratados sexual y físicamente. 
Se ha empujado al cuerpo más allá de los límites de la fuerza y su resistencia y nos hemos conformado con las expectativas culturales de forma, tamaño y belleza, para ponerlo al servicio de la avaricia humana. 
La denigración del cuerpo femenino, se ha expresado en los tabúes culturales y religiosos acerca de la menstruación, el parto y la menopausia, y también se ve reflejada en las estadísticas de violaciones, incestos y pornografía.  Pareciera que lo sagrado del cuerpo femenino se perdió cuando la gente comenzó a adorar a los dioses padres. 
La reverencia hacia la fertilidad, que antes se realizaba a las mujeres que menstruaban, quedó enterradas junto a la Diosa. 

¿Se nos ha olvidado la profunda sabiduría del cuerpo femenino?. 

¿Se animan a recuperar la conexión con la Diosa?

sábado, 13 de septiembre de 2014

Vivir sintiendo que SOMOS SUFICIENTES


A propósito de un proyecto de Temazcales Ontológicos, en el que estamos con mi amiga/hermana Sole, he navegado en las profundidades de algunos temas. Previo a cada Temazcal, leo de ellos, converso con otros, los veo en mis coachees y sobretodo, los observo en mi misma. 

El primero fue la abundancia y que me tuvo pegada en nuevas comprensiones acerca de la escasés, un buen rato. El segundo, postergado dos veces por lluvia, me tiene hace más de un mes reflexionando acerca de la suficiencia. ..¿qué es aquello que nos produce esa angustia existencial, que conozco y reconozco en las personas que me consultan?; ¿Qué será eso que nos hace esforzarnos, a veces, hasta el borde de nuestras fuerzas?.

Pareciera que buscamos sentirnos suficientemente inteligentes, buenas personas, guapos, exitosos o cualquier atributo que sea valorado por la comunidad a la que pertenecemos como un mandato para pertenecer. Pareciera que pensamos, que nuestro vecino, además de tener el pasto más verde, por esta causa es más feliz.

Si entendemos como operan las creencias en nuestras forma de ser, nos darnos cuenta de que hemos sido “programados”, a través de sistemas de creencias que absorbimos de los discursos culturales que escuchamos desde niños. Vimos estas creencias como verdades y nos cuesta someterlas a una revisión. 

Por otro lado, la publicidad (que opera como una energía orquestadora de la cultura, de la que cuesta mucho trabajo sustraerse), ha utilizado  estas creencias como mandatos asociando mejores niveles de suficiencia al logro de la felicidad.  Como si  la felicidad fuera un punto terminal y existiera un camino de conquistas para llegar a ella.

Me he estado preguntando el valor de trascender la insuficiencia. El proyecto Temazcales ontológicos es fruto de esta inquietud.
Por un lado, desde el coaching ontológico he aprendido que desafiando las creencias que están a la base, y movilizando las emociones y la corporalidad que están en coherencia con ellas, movilizo nuevas posibilidades.

He encontrado, por ejemplo que: 
  • Convivimos con la creencia que existe un premio en el futuro, y que depende de cómo hagamos las cosas, serán las posibilidades de ganarlo o perderlo. Esta creencia, desde lo emocional, nos saca del presente. Así, la “búsqueda de la felicidad”, o del “paraíso” en su versión religiosa, genera ansiedad y angustia, tras amenaza implícita de que si no somos LO SUFICIENTEMENTE buenos, no la alcanzaremos. 
  • También, que en muchos opera la creencia de que más es mejor. Así, de la mano de la ansiedad se construyen todas las estrategias acumulativas que persiguen alcanzar niveles de suficiencia asociados a lo material. 
  • y que existe la creencia que  necesitamos ser de los mejores (paradigma del éxito). Nos esforzamos y nos exigimos con estrategas competitivas. Así, surge la ansiedad de comparse con otros, que se acompaña de la frustración, vergüenza o el sentimiento de inferioridad, que surge de juzgar que se está por debajo de ese estándar que opera como mandato. 

Siento que confundimos PULIR, buscando la mejor versión de nosotros mismos, con SER más o TENER más. Siento que al compararnos con otros nos olvidamos de nuestros dones y del hecho que tal como somos, somos únicos y perfectos.

Por aquí va la génesis de los Temazcales Ontológicos. En ellos, mediante estrategias de coaching grupal revisamos las creencias personales y las develamos. Luego, en este ritual ancestral que representa un renacimiento desde un vientre en la madre tierra, sanamos a este ser acostumbrado a vivir siendo insuficiente, lo invitamos a inspirarse en la naturaleza, donde cada animal o vegetal es suficiente y buscamos poner la energía en el presente, donde se encuentran los verdaderos presentes de vivir para  conectar con la gratitud, como puerta para acceder a la suficiencia.

lunes, 28 de abril de 2014

Florecer en Otoño


Como siempre comento, mi jardín esta lleno de posibilidades de aprendizaje. Hoy quiero comentar acerca de mis reflexiones observando un hermoso lirio que floreció este otoño.
Primero partí informándome y encontré que en estas flores, que se abren al inicio de la primavera, se activa un mecanismo que se conoce como vernalización. Este gatilla el fenómeno en el momento exacto para que tenga lugar la polinización. Según estudios, las plantas reconocen esta estación porque "recuerdan"gracias a que acaban de atravesar un largo período de frío, mediante una molécula en su ADN llamada COLDAIR.
Leí también que esta molécula crea una memoria celular que se activa en las plantas luego de trascurrir 30 a 40 días de frío. En ese momento, un gen llamado FLC, que se ha dedicado a suprimir la producción de flores durante el otoño y el invierno, es silenciado, y la planta se prepara para florecer.
Entonces¿Qué puede haberle ocurrido al lirio de mi jardín?
¿Se le habrá desactivado este curioso gen o se confundió con las altas temperaturas?.
Como sea, aprovecho esto para mi afición de asociar los fenómenos de la naturaleza con la forma en que los humanos habitamos este planeta y no puedo evitar pensar en el fenómeno de florecer o abrirse al mundo asociado a los ciclos de la vida.
Mirando desde el coaching  me imaginé que las creencias que los seres humanos vamos instalando en muestro ser actúan como el gen FLC que inhibe la floración cuando no están dadas las condiciones para hacerlo. También que nuestro devenir en transparencia hace difícil que alguien florezca sin que otra persona intervenga.
Pienso que un proceso de coaching ayuda a florecer en otoño, o en un momento de la vida donde no se espera que esto ocurra de manera espontánea. El coach recrea las condiciones necesarias para que el florecimiento ocurra, y las personas desafían sus miradas del mundo para lograr la expresión de su potencial y encontrar la mejor versión de sí mismas.


lunes, 7 de abril de 2014

Aprender de las Mujeres Mayores



La tarde del sábado, en una hermosa terraza frente al mar, coincidí con una mujer de unos 65 años. No nos conocíamos de antes (era la mamá de mi amiga y dueña de casa), ni nadie nos había presentado, pero no fue necesario, yo diría que nos despertamos algún tipo de curiosidad mutua.

Según experiencias anteriores, en circunstancias como estas, podemos elegir hablar de cosas triviales como el clima y la belleza del lugar, o decidirnos a compartir algo de nuestras almas. Si esto se da, nos involucramos en una conversación profunda en la que cualquier cosa puede suceder. 

En esta ocasión, esta mujer y yo, previa dinámica perruna de tomarnos el olor, elegimos sostener una conversación tan variada y personal, que después de unos días sigue resonando en mi corazón. 

Comenzamos suavemente, hablando de la biblioteca del lugar, y de cómo los libros libros dicen tanto de quienes los eligen; seguimos conversando del legado que dejamos a hijos y nietos, de las cosas que dejamos impresas en sus discos duros aún sin querer; de nuestras sombras reflejadas en la forma de ser de nuestros hijos; de la vibración de los lugares y cómo ésta influye en la manera en que nos sentimos; de nuestra necesidad de pertenecer y de las cosas que hacemos los seres humanos por ser parte de una manada; también compartimos nuestra experiencia de haber sido madres, las dos, de hijos con dificultades para insertarse en el sistema educacional; y entre muchas otras cosas, compartió conmigo como había descubierto que sus nietos veían de ella sólo una parte, como si en su vida sólo hubiese sido abuela.

Después de esta agradable conversación, se me apareció el recuerdo de mis abuelas (que están con las estrellas) y he pensado en lo poco que conocí de ellas. Me he estado preguntando: Cuáles habrán sido sus sueños…¿los habrán podido cumplir o habrán vivido con frustración?, ¿habrán sido mujeres apasionadas o habrán vivido resignadas?, ¿habrán descubierto lo que las hacían fuertes y lo que las hacían perder poder?.


Esta mujer me mostró una parte de su alma, y con su gesto, me abrió una puerta para pensar en el legado de las mujeres de mi familia dejaron en mi y en la abuela que quiero convertirme algún día. Aprendí con ella que conversar con las personas que caminan por delante parece ser un requisito para el aprendizaje, pero también lo significativo que es dar espacio para que los más jóvenes nos conozcan, sintiéndonos eslabones de una gran cadena de aprendizajes.

jueves, 3 de abril de 2014

¿Qué nos trae el otoño?


Como he comentado en mis entradas anteriores, cada día estoy más segura de que la mayoría de las respuestas aparecen mirando por la ventana y observando a la madre tierra.

Por estos días los árboles de ven cansados, sus hojas cambiar de color y en algunos, ya han comenzado a tapizar la tierra. La disminución progresiva de la temperatura y los días más cortos activan la necesidad de ajustar su metabolismo y comienzan a prepararse para el invierno.

Lo anterior me recuerda el miedo. Esta emoción básica que se activa en los seres vivos frente a las amenazas.

¿Será que los árboles están experimentando alguna manera miedo?.
Si esto está ocurriendo afuera, ¿qué sucederá en nuestro interior?
¿Tendrá esto que ver esto con la sensación de vulnerabilidad que escucho de las personas que me consultan y también en mi misma?

Me he convencido de que a las personas, el entorno nos influye más de lo que alcanzamos a darnos cuenta. Me pregunto...¿Qué cambiaría si este fenómeno fuera más consciente?.  Pareciera que como lo ha sido para los pueblos más vinculados con la tierra,  aceptar esta incomodidad invitaría a soltar las hojas que insistimos en sujetar (o como diríamos en términos humanos, controlar).

¿Cuánta energía gastaremos intentando controlar lo que está fuera de nuestro alcance o pretendiendo sentir como en la primavera o el verano?

Otra cosa que me surge mirando mi jardín en otoño, es la posibilidad que se despliega (para algunos árboles y arbustos) al ser podados, para que broten sanos y fuertes en primavera. Así, buscando las semejanzas...¿Será esta la temporada de pedir ayuda para podar aquello que molesta?